sábado, 18 de junio de 2011

Los dos caminantes y el burro

Este divertido cuento pupular en numerosos países de Oriente demuestra que es mucho más sabio segir los propios criterios que dejarse influenciar por opiniones improvisadas

Un abuelo y su nieto tuvieron que ir de viaje a una aldea cercana para visitar a unos familiares, y para hacer más llevadera la jornada se acompañaron de un borrico. El muchacho iba montado en el burro cuando al pasar por un pueblo oyeron a unos vecinos decir:

-¡Qué vergüenza! El joven tan cómodo en el burro y el pobre viejo haciendo el camino a pie.

Al oír estas palabras decidieron que el abuelo iría en la montura y el nieto andando. Pero pasaron por otro pueblo y escucharon los siguientes comentarios:

-Vaya viejo egoísta, él tan tranquilo en el asno y el muchachito caminando.

Al escuchar estos nuevos reproches, decidieron que lo mejor sería montar los dos al jumento y así pasaron por otro pueblo en donde los vecinos gritaron:

-¡Eh, vosotros¡ ¿No tenéis compasión del pobre animal? ¡Con los dos subidos encima vais a reventarlo!

Vista la situación, llegaron a la conclusión de que lo mejor sería que ambos continuaran el viaje a pie. De este modo llegaron a otro pueblo y oyeron decir:

-¿Habéis visto a ese par de idiotas?, ¿Cómo se les ocurre ir andando teniendo un burro?

sábado, 11 de junio de 2011

Vivir el presente para ser feliz

La entrada de esta semana es un artículo de la revista semanal de La Vanguardia, Magazine. Han sido seleccionados los párrafos que más relación tienen con este blog, y los que mejor resumen el contenido del artículo. De esta forma, se exponen las frases o fragmentos seleccionados:
Es posible ser feliz cada segundo de la vida, únicamente depende de uno mismo, de nada más.
 La felicidad es el estado natural del ser humano, está en la base de todo lo que hacemos. El problema o la infelicidad vienen cuando condicionamos la felicidad a circunstancias o a situaciones concretas. Nos pasamos la vida buscando la felicidad fuera; la ligamos a unos resultados, un estatus, a unas situaciones futuras y, cuando conseguimos aquello que prometía dárnosla, resulta que no somos felices. Por mucho que yo tenga, no voy a ser más feliz. La felicidad sólo depende de uno mismo, de nada más. Y está en nosotros
¿Quién no ha fabulado alguna vez con su felicidad? "Seré feliz cuando consiga un trabajo mejor, cuando encuentre pareja, cuando me adelgace, cuando pueda comprarme una casa más grande...", y una vez llega el anhelado momento, la sensación de bienestar y de plenitud que se perseguía brilla por su ausencia. Esperar que una casa, una persona o un trabajo te hagan feliz es absurdo. Pero hay quien lo cree. Nos educan pensando que la felicidad es una consecuencia de las cosas, y no es así, la felicidad es lo primero, y después están las cosas. Si no, ¿Cómo se explica que los habitantes de las barriadas más pobres de Manila se manifiesten mucho más felices que los habitantes de la multimillonaria Hong Kong?
Una persona logra ser feliz cuando vive plenamente la vida aceptándola como le viene. Cuando pone su atención en el presente y no necesita manipular las cosas para que salgan de una determinada manera. Uno de los grandes obstáculos que encuentra la población de Occidente para hallar la felicidad es que ha cimentado las bases de ésta en el tener, en lugar de en el ser. Que el pueblo filipino, con un alto índice de pobreza y cuyo territorio es el más afectado por los desastres naturales, según el Centro de Investigación y Epidemiología de Desastres, sea más feliz que sus multimillonarios vecinos hace que pensar.
La absorción total que se experimenta cuando una persona se entrega de manera completa a cualquier actividad o tarea. Cuando esto ocurre, se tiene la sensación de que el tiempo vuela y las acciones, los pensamientos y los movimientos se suceden unos tras otros sin pausa. Fue entonces cuando descubrió la importancia de tomar conciencia del momento presente, para no perderse en pensamientos que únicamente provocan sufrimiento. Descubrió que así es posible sentirse feliz, pleno, vivo y en paz, a pesar de los condicionantes de la vida. “Cuando se consigue –apunta Larruy–, todas las situaciones se viven con las mismas ganas, disposición y gozo”. No hay, entonces, diferencias entre trabajo y ocio, entre semana y fin de semana, entre comer en un restaurante de menú o en uno con una estrella Michelin. Las barreras, según los expertos, las pone la mente.
Y ¿cómo se puede llegar a vivir de esta manera? Para Larruy hay tres pasos imprescindibles para lograrlo: “Tomar conciencia de la felicidad que está detrás de cada uno de los actos de una persona; tener una actitud positiva, activa y de entrega en la vida, y practicar unos minutos de meditación diaria”.“Si hemos comprobado que somos más felices estando centrados en aquello que vivimos y hacemos, entonces deberíamos encontrar lo que nos enseñe a mantenernos centrados y focalizados”. Y la meditación es, sin duda, la herramienta más potente para lograrlo. A través de esta, aseguran los expertos, se afloja la crispación del pensamiento, se alejan fantasmas de la mente y empieza a aflorar esa felicidad que está en la persona.
La felicidad, dicen estos expertos, es algo que está en lo más profundo de las personas, y sacarla es únicamente cuestión de voluntad y práctica. Al igual que un corredor se prepara físicamente para un maratón, a la mente se la puede preparar para rebajar los pensamientos y poder sentir la felicidad que reside en el interior. Además de la meditación, otras acciones que ayudan a acercarse a ella son tener una actitud activa y positiva frente a la vida y a quienes rodean a uno, y cultivar actividades que ayudan a estimular la parte afectiva, como la música, el baile o el arte. Porque, como dijo Tolstoi: “El secreto de la felicidad no está en hacer siempre lo que se quiere, sino en querer siempre lo que se hace”. Y si se hace en presente, mucho mejor.
 Texto de Mercedes de la Rosa